Servir sin derechos: la historia de una trabajadora doméstica guatemalteca
- Éxodo Digital
- 5 oct
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Por: Jhoselyn Morales
La ley en guatemalteca ofrece mecanismos para registrar a las trabajadoras domésticas, en la práctica miles de mujeres continúan laborando sin contrato ni acceso a derechos laborales básicos. Entre ellas está Noemí Xitumul, originaria de Baja Verapaz, quien ha dedicado más de tres décadas al servicio doméstico sin respaldo legal alguno.
A los 17 años, su vida tomó un rumbo distinto al de muchas jóvenes de su edad. “Tuve a mi primer hijo y no podía entrar a una empresa, entonces decidí trabajar como ama de casa”, recuerda. Desde entonces, su sustento ha dependido del trabajo en hogares ajenos.
Hoy, con 47 años, Noemí acumula más de treinta años de experiencia en el servicio doméstico. “Es una jornada muy dura, pero una se acostumbra”, comenta con serenidad. Su rutina inicia antes del amanecer y muchas veces termina después del horario justo.
“Uno entra a las seis de la mañana y sale hasta las cinco o seis de la tarde. Ya cumplió sus ocho horas, pero ellos quieren más. Como le están pagando el día, piensan que uno debe trabajar sin parar.”

Durante todo este tiempo, Noemí nunca ha tenido un contrato formal. “Siempre ha sido trato verbal”, asegura. Tampoco ha contado con seguro médico ni vacaciones pagadas. “Si uno quiere ir al médico, tiene que ahorrar. Lo que se gana al día son 100, 125 o 150 quetzales. Si hay horas extras, tal vez 200, pero depende de la voluntad del patrón.”
Esa precariedad, explica, se debe en parte a la falta de protección real del Estado: “Las leyes solo respaldan cuando hay contrato. Y nosotras casi nunca tenemos.”
El costo personal también ha sido alto. “He tenido que dejar a mi familia mucho tiempo sola, porque tengo que trabajar para llevar el sustento diario a casa”, dice. Lo más difícil, confiesa, es el trato desigual: “A veces la gente se molesta porque uno no quiere trabajar más horas. Hay desprecio, sí. No lo dicen, pero uno lo siente.”
Aunque existen programas como el Precapi del IGSS, que permiten a los empleadores inscribir a las trabajadoras domésticas para acceder a servicios médicos, maternidad y cobertura por accidentes, la mayoría de casos quedan fuera por la informalidad, el desconocimiento o la falta de voluntad de los patronos.
Para realizar la inscripción, el empleador debe presentar formularios y documentos que sirvan para calcular las cuotas que aportan la trabajadora, el empleador y el Estado, según detalla un informe de Agencia Ocote.
El testimonio de Noemí Xitumul evidencia la distancia entre la ley y la realidad laboral. Su vida, marcada por largas jornadas y salarios al día, refleja la vulnerabilidad de miles de mujeres que sostienen hogares urbanos desde la invisibilidad.
“Uno se acostumbra”, repite con resignación. Detrás de esa frase se esconde la historia de una vida dedicada a trabajar sin descanso, sin contrato, sin derechos, pero con dignidad.
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