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CUANDO LA COMIDA SE VUELVE UN LUJO

  • Foto del escritor: Éxodo Digital
    Éxodo Digital
  • 21 sept
  • 3 Min. de lectura

En Guatemala, el alza en la canasta básica alimentaria, que representa el costo mínimo para satisfacer los requerimientos diarios de alimentación de los individuos, afecta a una gran parte de la población. Guatemala se reconoce, con razón, como un país pobre y desigual. Los determinantes sociales de la alimentación deficiente que incluyen el medio ambiente, la crianza, el nivel educativo y los ingresos afectan mayoritariamente a los sectores menos favorecidos. En consecuencia, la pobreza alimentaria y el hambre se mantienen en sus niveles más altos y, en muchos casos, incluso aumentan. La salud pública, sobre todo en los niños menores de cinco años, constituye una dimensión del bienestar que se puede medir con el índice social de la desnutrición crónica, un indicador de las condiciones de vida de la población vulnerable. Los niños y niñas en etapa de crecimiento son los que más padecen las consecuencias de la pobreza alimentaria.


La canasta básica alimentaria consta de un listado de productos poco elaborados y de bajo costo, capaces de suministrar a la población el consumo mínimo de calorías, proteínas, vitaminas y minerales para subsistir.Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en marzo de 2025 el costo de la Canasta Básica Alimentaria Urbana fue de Q.907.29 por persona, lo que representó un incremento de 7.7 % respecto al mismo mes de 2024, cuando el valor era de Q.842.33. Esta suma impacta en la pobreza alimentaria, que define a las personas con ingresos insuficientes para cubrir la alimentación, incrementando las tasas de desnutrición y afectando a toda la población.


Además, los informes oficiales revelan que en 2023 el 56.0 % de la población del país vivía en pobreza según ENCOVI, de los cuales 16.2 % en pobreza extrema y 39.8 % en pobreza no extrema. Este escenario se acompaña de una creciente preocupación por la seguridad alimentaria, pues muchos hogares rurales y urbanos ya no pueden mantener una dieta balanceada. La pérdida del poder adquisitivo, causada por la inflación y los crecientes costos de los productos de la canasta, se traduce en sacrificios cotidianos: disminuir la variedad de alimentos, reducir el consumo de proteínas, aumentar la dependencia de alimentos más baratos y menos nutritivos, lo que tiene repercusiones para la salud pública.


El economista Leandro Yax, profesor de la Universidad de San Carlos de Guatemala, explica que “la canasta básica refleja un fenómeno generalizado de aumento de precios, que es la inflación. Los productos agrícolas y los importados, como el maíz, son los que más han subido debido a problemas de infraestructura, bloqueos y altos costos de transporte”.


En el mercado CENMA, los comerciantes perciben estos incrementos en el día a día. El vendedor Víctor Barrera comenta que algunos productos mantienen precios estables, como la papaya, pero otros sí se encarecen: “Lo que está ahorita más carito es la sandía, por la temporada”. Aunque asegura que siempre venden sus frutas, reconoce que los clientes se quejan cuando el precio de ciertos productos aumenta.


El efecto de la inflación se refleja en los hogares: muchas familias ya no compran carne con regularidad y optan por sustituirla con frijol o pollo. Yax advierte que la situación puede empeorar: “El problema de Guatemala es la infraestructura destrozada. Eso aumenta los costos y los importadores trasladan esos aumentos al consumidor. Definitivamente veremos un incremento exagerado de precios a final de año”.


El impacto no es solo económico, sino también social. Cuando los ingresos no alcanzan para cubrir la canasta alimentaria, las familias sacrifican la calidad de su dieta, lo que incrementa los riesgos de malnutrición. Esto, según especialistas en salud, se traduce en más casos de desnutrición infantil y enfermedades relacionadas con la falta de nutrientes esenciales. Además, la incapacidad del salario mínimo para cubrir siquiera una parte importante de la canasta básica ampliada refleja el deterioro del poder adquisitivo: “El guatemalteco común está satisfaciendo aproximadamente el 50 % de las necesidades básicas. Eso significa más pobreza, más violencia y más crimen”, puntualiza Yax.


Guatemala mantiene una macroeconomía estable en términos generales, pero los beneficios del crecimiento económico no llegan a la mayoría de la población. Para Yax, “el desarrollo económico beneficia a un pequeño grupo de familias, mientras que la inflación y la pérdida del poder adquisitivo condenan a la mayoría a la pobreza y a la inseguridad alimentaria”.

Cuando la canasta básica alimentaria se convierte en un lujo, se encienden las alarmas: los productos esenciales dejan de ser accesibles para millones de familias. El hambre se instala como una realidad cotidiana y, como lo describe Yax, se traduce en más desigualdad y mayor inestabilidad social. El desafío no es solo económico, sino político y social: garantizar el derecho a la alimentación para todos los guatemaltecos.

 
 
 

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