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Entre anturios y orquídeas: la historia de Irma Flores

  • Foto del escritor: Éxodo Digital
    Éxodo Digital
  • 14 nov
  • 1 Min. de lectura

Por: Andrea Pérez.

 

El vivero de Irma Flores huele a tierra húmeda y trabajo constante. Entre anturios brillantes y orquídeas suspendidas, Irma acomoda sus plantas con la seguridad de quien ha aprendido a levantarse más de una vez. “Empecé en mi casa, solo con anturios y orquídeas”, recuerda. Durante dos años trabajó desde un pequeño espacio doméstico, hasta que, con la ayuda de Dios —como dice— logró abrir su propio local.


No fue fácil. “Sí me ha costado, porque me ha costado”, afirma. El alquiler, la compra de agua y el constante riesgo de perder plantas son parte de su rutina. En este negocio, nada está garantizado: algunas plantas prosperan y otras no. Por eso, dice Irma, hace falta paciencia, capital y constancia.


Aun así, su vivero sigue creciendo. Ha formado una clientela fiel que regresa por sus recomendaciones y la confianza que transmite. No se vuelve millonaria, pero vive de su trabajo y encuentra en él un espacio para desestresarse y sentirse acompañada. “Aquí me distraigo —dice—. Me alcanza, y le doy gracias a Dios”.


La historia de Irma es la de un negocio sencillo que floreció con esfuerzo. Un recordatorio de que, igual que las plantas, algunas personas también prosperan cuando encuentran su propio lugar para echar raíces.

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